Festival de doma y folclore de Jesús María: lo que quedó, lo que falta

El viernes fui, tarde, al festival de doma y folclore de Jesús María. Pagué a entrada, me subí a la tribuna detrás de los palenques y estuve ahí hasta que el frío me barrió (tipo 3 am) y me dediqué a dar vueltas por la plaza, antes de ir a la cama. A la vuelta quedaron dando vueltas algunas cosas…

Lo que quedó. El miércoles 13 de enero, por primera vez en la historia del festival, murió un jinete -casi- en el campo de la doma, aplastado por un caballo que se salió del palenque antes de que largara el tiempo de jineteada. Ahí, en los escasos metros que separan las gradas de la gramilla, un chico de 23 años se desangró por múltiples fracturas y, aunque lo llevaron a una clínica cercana, falleció en minutos.

Desde que tengo memoria con familia o amigos hemos ido a Jesús María todos los años, casi ininterrumpidamente, y nunca como este viernes sentí, o sentimos me atrevo a decir, la sensación tan gélida de que una caída puede costar la vida. Tantas veces ver que los jinetes volaban o eran «pisados» por los caballos y se levantaban de un salto, nos transmitió cierto halo de invulnerabilidad.

Por eso es que el viernes, ante cada caída se podía oír cómo las tribunas contenían el aliento. Esperar que esos gauchos salten del piso y se vayan enojados o sonrientes de vuelta a reunirse con sus delegaciones era un ruego colectivo. El miedo, como suelen decir, se podía tocar.

Conozco personas que no quieren volver a pisar ese festival tras la impresión del accidente fatal. Otros que vieron toda la secuencia a pocos centímetros, pues estaban trabajando ahí, no se pueden borrar la imagen de la vida que se escurre. También, es cierto, algunos que comprenden la jineteada como un deporte de riesgo y que lamentan la muerte aunque reconocen que «el show debe continuar» y en cualquier Dakar, por ejemplo, nadie para la carrera por un deceso.

Pienso como estos últimos, pero si me pongo en el lugar de los jinetes, no hubiese querido por nada subirme a un caballo este año, después de lo que pasó.

Lo que falta. Con todo, sigo pensando que la jineteada es el alma del festival y que, mal que nos pese, los números artísticos operan en muchos espectadores como «lo que hay que esperar» entre monta y monta.

Quejosa como buena bloguer, más allá de las mejoras estructurales del anfiteatro en los últimos años, apunto, sí, dos cosas a mejorar. Las mismas que siempre fallan en cualquier evento masivo y veraniego de Córdoba (como el Cosquín Rock, ahora que lo pienso).

Faltaban cestos de basura. Y si a eso le sumamos la desidia y poca urbanidad de los espectadores, el estadio se convierte en un basural abierto. Hasta pañales en los asientos había.

Falta mejorar los sanitarios. En un espacio donde logran convivir hasta 25 mil personas en una noche, no hace falta mucha imaginación para pensar cómo estaban tipo 3.30 am.

Ah! y no vayan con gastroenteritis a una fiesta criolla de estas, sus estómagos en veda van a sufrir 😛

2 thoughts on “Festival de doma y folclore de Jesús María: lo que quedó, lo que falta

  1. es una lastima que un gaucho se valla de esta manera.pero a la misma vez un honor porque se fue haciendo o que a el le gustaba subirse a un pingo y demostrar que el podia dominarlo.un fuerte abrazo y mis condolensias a su familia.

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